Cuento
LA
SOLEDAD
Naces
solo, mueres solo
Era
de noche, aquel 14 de agosto de 1990, en la casa de campo que tenía
la familia en villa de Leyva, hacia frio, el abuelo sostenía en
brazos a su nieto y a la luz de la luna, el abuelo empezó a hablarle
a su nieto, quien a su corta edad no alcanzaba a comprender de que se
trataba o por qué la voz de su abuelo se cortaba. El abuelo,
llorando le dice a su nieto que desearía verlo crecer, ver como
aprende a gatear, a caminar, se pregunta cuál será la primera
palabra de su amado nieto, cómo será su primer día de escuela,
será de los populares o de los más inteligentes o de los juiciosos,
tendrá novia o será un chico tímido, será rebelde u obediente, el
abuelo triste se seca las lágrimas y le promete a su adorado nieto
que desde el cielo o desde cualquier lugar siempre lo iba a cuidar,
que iba a ser ese tan conocido y llamado coloquialmente “Su ángel
de la guarda“.
Al
día siguiente, mientras el abuelo le brindaba desayuno a su nieto en
la casa alejada de la ciudad, Alberto (el papá del bebé), se
disponía a tomarse una taza de café en la cafetería de la esquina
de la calle 127 con séptima. La carrera séptima estaba
congestionada, como habitualmente lo estaba a las 8 de la mañana, de
fondo solo se escuchaban los pitos, frenos, silbidos de los policías
de tránsito, gritos por algún imprudente, ladridos de los perros
callejeros del sector, el sonido peculiar de los pajaritos y el
sonido de los pasos de los empresarios, trabajadores, vendedores,
médicos y estudiantes que suelen atravesar el norte de la ciudad a
las 8 de la mañana.
Alberto
luego de disfrutar su deliciosa taza de café, se preparaba para
dirigirse a su oficina, en la que se desempeñaba como gerente
comercial. Le iba muy bien, gracias a su increíble preparación y
estudios logró obtener ese excelente puesto, el cual le permitía
brindar a su hijo excelentes posibilidades de progresar en la vida y
ofrecerle una extraordinaria calidad de vida a su hijo y a su padre,
que por motivos de salud no pudo seguir trabajando. Alberto trabajaba
muy duro para sacar adelante a su familia que después de la muerte
de su esposa, debido a una enfermedad terminal, quedo devastada, es
por eso que el decidió enviar a su hijo unos días a la casa de
campo familiar con su abuelo.
Un
mes después, Alberto ya estaba cansado de extrañar a su amado hijo
y decide recorrer las carreteras de la ciudad al pueblo, a su
llegada, el abuelo y bebé ya estaban preparados para recibir a
Alberto e ir a la plaza del pueblo a pasar una buena tarde los tres,
llegaron a la plaza los 3 y después de recorrer el lugar alrededor
de 20 minutos, ingresaron a un café llamado, Cybarita café. Allí
Alberto noto que su padre tenía la mirada triste y le pregunta -
¿Qué es lo que te tiene decaído? - a lo que el abuelo responde,
-Mijo, lo que pasa es que no me siento bien, creo que llego la hora
de reencontrarme con su mamá y su esposa- Alberto sorprendido le
pregunta – pero ¿Por qué? ¿Qué es lo que tiene? Vamos a que lo
revise un médico, no viejito usted no me puede dejar solo, aun no
por favor, yo lo necesito a mi lado por más tiempo, no sé si pueda
con todo esto yo solo, viejo por favor no me deje aún-. El abuelo
rompe en llanto y le responde –Hijo no me diga esas cosas, que hace
que me sienta peor, pero es que siento que no puedo más con el dolor
y el sentimiento de extrañar a su madre, siento que ella ya me está
esperando y que quiere que ya este allá con ella-. Alberto se queda
sin palabras, no sabe que decir ni que hacer, solo se queda mirando a
su padre y a su hijo. Alberto decide devolverse con su padre y su
hijo a la ciudad, allí inscribe a su bebé en un jardín porque
siente que su padre ya no logra estar pendiente de las necesidades
del bebé. El abuelo mientras su hijo y su nieto estaban fuera de la
casa, salía a caminar y a conocer la ciudad, sintiendo al máximo la
soledad en la que estaba, es cuando llega al centro y conoce ciertos
personajes no muy buenos.
El
abuelo siguió con su rutina de llegar al centro todos los días a
eso de las 11 de la mañana, se veía con las mismas personas en el
mismo lugar y a hacer cosas que en su vida imagino hacer. El abuelo
gracias a la soledad en la que estaba prueba ciertas sustancias a las
que se vuelve adicto, para él es imposible dejarlas, pues son su
única compañía, la única manera que el encuentra de no sentir más
dolor, de olvidarse de la soledad, es la única manera en la que él
puede sentir que está en otro planeta y que puede ser feliz en él,
un planeta creado por la alucinación y desesperación por no
sentirse solo, así pasan meses y su hijo no se había dado cuenta
aún, Alberto no tenía ni idea de que su padre salía cuando él
estaba trabajando y mucho menos se llegó a imaginar que había
recaído en ese oscuro mundo, en ese mundo que tiene solo dos
salidas, una que es la de la muerte, cuando ya no hay nada que hacer
y otra que es la de buscar ayuda, esta última nunca llegaría ya que
el abuelo todo lo hacía a escondidas y con mucha prudencia.
Llega
diciembre con su alegría y festividad, el abuelo más perdido que
nunca en ese oscuro mundo, decide irse de la casa y dejar la farsa
ante su hijo, se escapa y es cuando llega al peor lugar de la ciudad,
sucio, con mal olor, personas muy malas, donde ni la policía puede
ingresar, la olla, como la llaman los citadinos, desgraciadamente el
abuelo llega y se interna en el Bronx, lugar de donde entras y sales
muerto o en tus ultimas.
Alberto
después de la huida de su padre, no sabía qué hacer ni donde más
buscar, pues por 31 días, sin descanso alguno había buscado a su
padre, sin respuestas ni indicios del paradero de su padre, se siente
en el limbo no halla la manera de seguir adelante solo y con un hijo,
no sabe cómo seguir su vida, sin su padre, sin su madre y sin su
esposa, se siente en una depresión y soledad absoluta, pero decide
que por la memoria de su familia iba a salir adelante junto a su
hijo. El 31 de diciembre de 1990, a las 10 de la noche le entra una
llamada que lo dejara frio y sin palabras, es la policía, le dicen
que han encontrado el cadáver de su padre, que la causa de muerte
fue una sobredosis, Alberto no podía creerlo, se preguntaba a si
mismo que cómo era posible, cómo paso, cómo fue que nunca se dio
cuenta de que su padre se había involucrado en ese oscuro mundo.
Carolina
Bolaño González
carolinabolano19@gmail.com
C.C.
1´020.812.347