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martes, 14 de junio de 2016

Juego de Agedrez. Por Valentina Rojas.


 Sin retorno


Pirula se enteró cinco años después. La lámpara de los sueños dorada y otros objetos sagrados habían sido robados por el hombre sobre el animal de cuatro patas que se alejó tan veloz que parecía que tuviera alas. –El animal no era malo- repetía su hermano Marcillo –Ningún animal es malo, solo el hombre blanco.- Decía endeble su madre Venea mientras observaba fijamente las estrellas y la mano inflamada de su hijo mayor -¿Ni siquiera la salamandra amarilla que toqué?- decía el niño –No, ella solo se protegía- respondía Pirula dándole suaves caricias en la cabeza. Lo cierto es que perdidos en medio del desierto poco podían hacer para detener la irritación y la inflamación, pues el niño siendo tan pequeño podía sufrir terribles consecuencias por causa del veneno del pequeño animal. Hambrientos y cansados siguieron caminando, puesto que en la noche no hacía tanto calor. De repente en la lejanía Pirula divisó una figura de un animal cuadrúpedo con alas enormes y un cuerno ensangrentado en su frente, mientras colores cálidos centelleaban en el horizonte cada vez con más fuerza, el animal de pelaje blanco se acercó paulatinamente y entre miradas fijas y un relincho corto y agudo la hizo comprender; tenía que irse con él, por su hermano vendría después y para el final dejaría a su madre. Pirula subió sobre él y este enseguida empezó a correr y elevarse por los aires hasta llegar, a través de un arcoíris y unas espesas nubes al reino de sueño eterno, donde la pequeña no sería despojada jamás de sus cosas ni desterrada de su pueblo, además, el “valle de las tristezas” y la tierra invadida quedarían en el pasado, pues en este nuevo mundo animales, naturaleza y humanos convivían en perfecta armonía en vez de crear disparatadas jerarquías, en donde el más perverso domina sobre el magnánimo.

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